domingo, 1 de noviembre de 2015

Willy Ronis, instantes robados

"La fotografía es la mirada. Uno la tiene o no la tiene. En algunas circunstancias se puede perfeccionar, pero eso se ve desde el principio, aunque se use la cámara más barata"
"Jamás he buscado lo insólito, lo nunca visto, lo extraordinario, sino más bien lo más típico de nuestra vida cotidiana..." 
Willy Ronis 
Hablabamos en el post anterior dedicado a Peter Turnley sobre los grandes fotógrafos que hicieron de la imagen de París un género propio en los años de la post-guerra, tras la S.G.M. Fueron estos unos años de gran demanda de fotografías de todo tipo, incluidos momentos de la vida cotidiana para ilustrar una prensa parisina en plena ebullición que tras el desastre bélico no solo se recuperaba sino que vivía uno de sus momentos de mayor auge. De entre todos los fotógrafos que cubrieron con su mejor empeño esta entusiasta labor, Edward Steichen seleccionó con prodigioso acierto cuatro para organizar la mítica exposición del MOMA "Four French Photographers" (1953). De este portentoso poker compuesto por (atención) Brassai, Doisneau, Izis y Ronis, no hemos dedicado ningún post a estos dos últimos, así que vamos a cubrir inmediatamente esa imperdonable falta, comenzando hoy por Willy Ronis, el maestro de lo cotidiano, tal vez el único fotógrafo que al hablar de la famosa teoría del "instante preciso" (o "momento decisivo", dependiendo de la traducción) vuele a la misma altura que el propio Henri Cartier-Bresson

Willy Ronis nació en Paris en 1910, hijo de un matrimonio de refugiados judíos, ucraniano y lituana respectivamente, forzados a huir de su tierra por esa odiosa antesala del holocausto nazi que fueron los pogroms del tardo-imperio ruso. El padre, fotógrafo de profesión, montó un pequeño estudio de retratos para ganarse la vida y la madre, pianista, daba lecciones de música. El joven Willy desde un principio ayudaba a su padre en los ratos libres con el trabajo mecánico del estudio pero parece ser que su talento musical era muy notable y sus verdaderas pasiones eran el violín y la composición. Sin embargo, al volver del servicio militar (1932) con solo 22 años su padre le comunica que está gravemente enfermo de cáncer y que debe abandonar la música para atender a tiempo completo el estudio de fotografía que procuraba el sustento familiar. El gran sueño de Ronis se rompe y tiene que dedicarse a la fotografía más por necesidad que por vocación.

En esos primeros años Ronis regenta el estudio familiar y aprende todas las técnicas y rudimentos de la fotografía, pero su temperamento artístico pronto se harta de la monotonía y mediocreidad del trabajo de un retratista de barrio, aunque este barrio sea de París. Afortunadamente conoce a Naf y a Robert Capa, de quienes se hace buen amigo y aprende que es posible otro tipo de fotografía. Por eso cuando en 1936 fallece su padre toma la difícil decisión de cerrar el estudio y lanzarse a la calle para realizar fotografía independiente, que incluye también notables reportajes de los movimientos obreros pues, no lo hemos mencionado pero Ronís fue siempre una persona ideológicamente muy implicada en la defensa de los derechos de la clase trabajadora, implicación que le ganaría a la larga la antipatía de los empresarios del sector y que acabaría costándole cara. Sin embargo es gracias a estos reportajes  que publica en Regards y Ce Soir y a otros encargos de tipo turístico y comercial que puede sobrevivir como fotógrafo independiente. Al final de la SGM, en 1944, regresa a París y realiza un espléndido reportaje sobre la vuelta a casa de los prisioneros de guerra para la SNCF (el equivalente a la RENFE española). Comienza a trabajar para la agencia Rapho, para la que trabaja también Brassai, y a partir de ahí todo le va sobre ruedas hasta finales de los 50, cuando el mercado de la fotografía de reportaje francesa entra en una repentina atonía que expulsa a muchos excelentes profesionales (entre ellos Ronis) del sector. 

Los años 60 fueron especialmente duros para Ronís que, a pesar de participar en una gran exposición en el Museo de Artes Decorativas de París (1965) ve como la proyección de su obra y su actividad profesional van disminuyendo paralelamente. Cae en una profunda depresión y decide abandonar la fotografía y París a un tiempo, "exiliandose" de forma voluntaria en Gordes, Provenza, donde tenía una casita y se dedica a la enseñanza. Afortunadamente en 1979 una gran exposición sobre fotografía francesa del Centro Georges Pompidou recupera su obra, en 1981 comienza de nuevo a publicar y dos años después regresa a la capital gala. Desde entonces su fama y prestigio no hiceron sino aumentar, alcanzando los más altos reconocimientos a los que un ciudadano francés puede aspirar, incluida la Legión de Honor. Falleció en 2009 en París, la ciudad a la que dedico su vida.

Por último una breve referencia a su fotografía tal vez más famosa que, paradójicamente no tiene París como escenario. Nos referimos a "Desnudo provenzal" realizado en 1949 en Gordes, sin duda uno de los desnudos más intimistas y bellos de toda la historia de la fotografía, en donde Ronis plasma el intenso amor que sentía por su esposa (a la cual conoció en los peores años de la guerra, cuando ambos huían de la persecución nazi) a la vez que rinde homenaje a la mejor tradición del arte francés, con evidente alusión a los espléndidos desnudos en el baño de Pierre Bonnard. Fué una inspiración momentanea como el propio autor relató años después: “Era un verano caluroso y yo estaba intentando reparar el desván. Me hacía falta una paleta y al bajar a por ella encontré a Marie-Anne desnuda, lavándose en la palangana. ‘No te muevas’, dije. Con las manos manchadas de yeso cogí mi Rolleiflex e hice cuatro fotos. Elegí la segunda. Fueron dos minutos. Los milagros existen. Revelé aquellos negativos sabiendo que en ellos estaba el gran momento de mi vida, un momento prosaico pero repleto de extraordinaria poesía”

Pues lo dicho señores, los milagros, al menos en arte, existen. Nunca sabremos si la historia de la música perdió un compositor, lo que si sabemos a ciencia cierta es que el noble arte de la fotografía ganó un ojo excepcional, capaz de captar como nadie esos breves instantes de felicidad en lo cotidiano que, a la postre, constituyen la argamasa de nuestras vidas. Feliz semana, amigos.


Vendedoras de patatas fritas, Rue Rambuteau. París 1946.

Los adioses del soldado de permiso. París 1963.

Place Vendôme, Paris, 1947

Le Petit Parisien, Paris, 1952

Músico callejero, Rue Lepic, Montmartre Paris, 1955

Willy Ronis: Chez Maxe. Joinville-le-Pont, 1947

Willy Ronis: Cruce de las calles Sevres y Babylone. París,1948.

Willy Ronis. Avenue Simon Bolivar, París 1950.

Willy Ronis. Le Bateau Mouche, 1949

Willy Ronis. Las amazonas del Zoo-Circus. Ivry-sur-Seine, 1949

Willy Ronis. Desnudo provenzal, Gordes 1949

Willy Ronis: Chantal, 1946

Domingo por la mañana en casa de Achile Zavatta. Paris 1949.

Willy Ronis. Comida familiar. Paris 1947

Willy Ronis. Viticultor en Gironde, 1945

Minero con silicosis. Lens 1951

Brassaï jugando al pinball, París 1954
Willy Ronis. Champ de Mars,1956.

Rue Vilin. París 1959

Willy Ronis: Venecia 1959

Willy Ronis. Fábrica metalúrgica en Lorena, 1959.

Willy Ronis. Vacaciones en París, 1987

Por último una recomendación por su excelente relación calidad-precio:


Y de propina las otras tres tomas descartadas del desnudo provenzal:




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